PARTE II. Grandes y pequeñas estrategias de preservación de bosques y arborización urbana.
Puede hablarse de
grandes y pequeñas estrategias para la arborización del planeta. Las primeras
pueden proyectarse a nivel de mega regiones planetarias y sistemas de ciudades
a escala continental, mientras que otras se refieren más específicamente a la
escala urbano – regional y a la escala intraurbana. No por ser de menor escala,
las pequeñas estrategias de arborización son menos impactantes, beneficiosas o
necesarias. Estas incluyen desde la armonización de espacios construidos y
espacios naturales con plantación de árboles y otras especies vegetales, hasta
el fortalecimiento de bosques urbanos e incluso del desarrollo de la
agricultura urbana al interior del límite de la ciudad, en espacios abiertos
residuales (UNDOCS, 2017).
En relación con
la escala mundial, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques
2017-2030 (ONU, 2017), proporciona un marco para las contribuciones
relacionadas con los bosques, en la aplicación de la Agenda para el Desarrollo
Sostenible 2030, en especial los objetivos 13 de acción por el clima y 15 sobre
la vida de ecosistemas terrestres, del Acuerdo de París aprobado en virtud de
la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, del
Convenio sobre la Diversidad Biológica, de la Convención de las Naciones Unidas
de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o
Desertificación, en particular en África. Asimismo, el objetivo 11 de la Agenda
para el Desarrollo Sostenible 2030, sobre ciudades y comunidades sostenibles,
enmarcaría las acciones por la arborización y proliferación de espacios verdes.
Los objetivos y
las metas forestales mundiales tienen por propósito estimular y proporcionar un
marco para las actividades institucionales, las contribuciones voluntarias y la
mejora de la cooperación de los países y de los agentes no gubernamentales
internacionales, regionales y subregionales. También proporcionan una
referencia para aumentar la coherencia y la colaboración relativas a los
bosques en el sistema de las Naciones Unidas y entre las organizaciones miembros
de la Asociación de Colaboración en materia de Bosques, entre otras
organizaciones. Además, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los
Bosques crea un Fondo Fiduciario del Foro de las Naciones Unidas sobre los
Bosques, que desde 2001 financia actividades en apoyo de este Foro y de la Red
Mundial para la Facilitación de la Financiación Forestal. Este se constituye
con contribuciones voluntarias. La Red incluye la atención a los bosques y
árboles urbanos, el ecoturismo y la agrosilvicultura (FAO, 2021).
El sistema
internacional también administra la emisión de certificados de gestión
forestal, verificada de manera independiente desde 1993, a empresas que se
dediquen a la explotación de recursos forestales para la producción de
distintos bienes de modo sostenible, y que así lo soliciten. La certificación
otorga la autorización de etiquetar los productos, por ejemplo, los forestales,
cuando son obtenidos bajo condiciones de trabajo adecuadas y sin daños a los
ecosistemas o sin deforestación. La mayor parte de la superficie ya certificada
se encuentra en Europa y América del Norte (PEFC, 2021); (FSC, 2021).
Es importante
destacar que el 73% de los bosques del mundo es de propiedad pública, pero el
22% es de propiedad privada, esta última en aumento. La propiedad del resto se
clasifica como “desconocida” u “otra” (comprende principalmente bosques donde
la propiedad está en disputa o en transición). Esto implica la necesidad de dar
gran importancia a la negociación con el sector privado para el manejo de los recursos
forestales.
Otra iniciativa específica y de gran trascendencia planetaria de la United Nations Convention to Combat Desertification de la Organización de Naciones Unidas es la siembra del Great Green Wall o "Gran Muro Verde”, una franja de casi 8 mil kilómetros de longitud y una amplitud de 15 kilómetros de vegetación a todo lo ancho del continente norteafricano, en las regiones de Sahara y Sahel, con 156 millones de hectáreas, desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo (UNCCD, 2016). Tiene por objetivo recuperar espacios naturales degradados en la región, pero su impacto alcanza el nivel planetario, particularmente en relación con el cambio climático, y es un aporte contra las hambrunas, las sequías, los conflictos y las migraciones forzadas, estimulando la permanencia y el empleo en la enorme zona directamente beneficiada. El proyecto no se ve afectado por el avance de la desertificación natural en la región, ya que se ha estudiado que este proceso se ha venido estabilizando naturalmente. Por el contrario la arborización favorece también el contrapeso al fenómeno y permite el aumento de la “agrobiodiversidad” que incluye variedad de animales polinizadores, insectos como las termitas, que ayudan en la infiltración y el aporte de nutrientes del suelo, microorganismos, anfibios y pequeños mamíferos roedores, especies locales de ganado, ovejas y cabras, aves migratorias, e incluso grandes especies amenazadas de extinción, como elefantes africanos, jirafas del oeste de África, el león africano, la pantera, y el antílope del desierto, entre otros (WALL, 2017); (GGW, 2021); (UNCCD, 2021); (UNCCD, 2016).
Respecto a esta
iniciativa, en 2020 se reportaron ya logros diferenciados entre países,
incorporados al proyecto desde 2008. Etiopía ha logrado plantar 5,5 millardos
de plantas, Senegal ha plantado 18 millones de unidades, con 800 hectáreas de
tierra restaurada, Nigeria ha alcanzado la plantación de 8 millones de árboles,
Sudan presenta 2 mil hectáreas de tierra restauradas, Burkina Faso ha
incorporado 16 millones de árboles con efectos positivos sobre unos 5 mil
hogares. Mali ha desarrollado 135 mil árboles y plantas, Eritrea y Nigeria 129
millones y 146 millones de árboles plantados respectivamente En el año 2021 se
reportaron ayudas financieras al proyecto de parte de países desarrollados y
organismo internacionales, que alcanzan hasta de un 30% de lo requerido para
lograr las metas establecidas para el año 2030, relativas a restaurar 50
millones de hectáreas de terreno y capturar 250 millones de toneladas de carbón
de la atmósfera en el suelo. La “Conferencia de Jefes de Estado y Gobierno de
la Agencia Pan-Africana” del citado Great Green Wall, y la Unión Africana, han
asumido el compromiso de llevar el liderazgo local del proyecto.
En el caso de la Amazonía, además del trabajo individual y limitado, no por ello menos importante, de organizaciones particulares ambientalistas, el Tratado de Cooperación Amazónica suscrito por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela en 1995, como bloque socioambiental de América Latina, parece ser el único esfuerzo colectivo institucional significativo en la región respecto al tratamiento de los recursos naturales y la protección de uno de los bosques más importantes del planeta como es la selva Amazónica. Este es un tratado de cooperación Sur-Sur creado desde julio de 1978, que incluye diversos aspectos multilaterales centrados en el desarrollo sostenible, atendiendo particularmente la preservación del medio ambiente, la protección de poblaciones indígenas, y la utilización racional de los recursos naturales de la Amazonía (OTCA, 2021). Proviene de la creación en 1995 de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), organización que mantiene objetivos de protección ambiental centrados especialmente en el resguardo de los recursos hídricos de la cuenca amazónica, y particularmente del curso del río Amazonas en todo su recorrido, fomentando la investigación, la cooperación institucional y los sistemas de monitoreo. El Pacto de Leticia, es otro acuerdo firmado en 2019 entre los países amazónicos Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Surinam y Guyana, con ausencia de Venezuela, a pesar de haber sido uno de los países suscriptores en la creación del Tratado. Este Pacto ha presentado proyectos de rehabilitación de zonas deforestadas, sistemas de alerta temprana y búsqueda de mecanismos de financiamiento internacional para la educación ambiental de las poblaciones, la protección del Amazonas y de sus habitantes originarios, su fauna y flora, todo como estrategia mancomunada (NATGEO, 2019).
Los esfuerzos parecen sin embargo atomizados, y no han logrado aún los avances
deseados en la protección de vastas zonas amazónicas, particularmente las
sujetas a explotación minera descontrolada. De hecho, este pacto fue renovado
en la Tercera Cumbre realizada octubre de 2021 por los países firmantes, sin la
presencia esta vez de un delegado de Bolivia, y nuevamente con la ausencia de
una delegación oficial de Venezuela. En la reunión, se adelantó la constitución
de un Fondo de Bioeconomía para la Amazonía, en el marco de la OTCA,
Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, cuyos resultados están por
verse (ASA, 2021). Para las selvas de Indonesia, el problema exigiría el
compromiso del gobierno de ese país para implantar una política de “cero
deforestación”, permitiendo a las ONG’s la cartografía de las concesiones
forestales del sector del aceite de palma y el sector papelero para su
seguimiento, y promoviendo la responsabilidad empresarial en materia de medio
ambiente. Según la organización Greenpeace (2021), la Unión Europea también
debe además poner en marcha medidas contra la deforestación y la importación de
materias primas (soja, carne, aceite de palma, madera o papel) que procedan de
la actividad degradante de los bosques, y debe poner fin al financiamiento y
consumo de agro carburantes basados en cultivos agrícolas, como el biodiesel.
El Reglamento EUTR, que impide la entrada en Europa de productos forestales
procedentes de la tala ilegal en Indonesia (GP, (2021).
En la escala urbana continental, e inspirado en el Great Green Wall africano, el proyecto de un “Gran Muro Verde de Ciudades”, presentado ante la Cumbre de Acción Climática de las Organización de Naciones Unidas en 2019, se centra en producir 500 mil hectáreas de nuevos bosques urbanos y 300 mil hectáreas de bosques naturales en cerca de 90 ciudades desde África hasta Asia Central para el año 2030, que recogerían hasta 5 giga toneladas de CO2. La idea se extendería a las grandes metrópolis de Europa, en un corredor mediterráneo que incluiría a ciudades españolas, francesas, italianas y de otros países del área, integrándolas a la protección del ambiente. Podría extenderse a todas las ciudades del planeta, con patrocinio de la Organización de Naciones Unidas (BOERI, 2019); (FAO, 2019).
Estos grandes
corredores de árboles se transformarían en ecosistemas estratégicos de las
ciudades, e incluirían los subsistemas hidrográficos, los suelos de protección,
el suelo vacante urbano, y las áreas de valor paisajístico y recreativo como
áreas verdes y parques, dentro de la trama urbana y periurbana (BAXENDALE y
Buzai, 2019).
El programa Trees
Cities of the World (FAO, 2020b) es también una iniciativa internacional,
promovida por la FAO y la Arbor Day Foundation de los Estados Unidos de
América, para dar reconocimiento a las ciudades y pueblos, comprometidos en
mantener y gestionar de manera sostenible sus bosques y árboles urbanos. El
reconocimiento exige el compromiso escrito de una autoridad local o municipal
de gobierno, o de alguna organización civil ciudadana para encargarse del cuido
de los árboles. Los proyectos participantes deben contar con normas y prácticas
adecuadas, así como presentar un plan de acción, un inventario de información
sobre los especímenes y un presupuesto anual asignado. Debe además mantenerse
un compromiso de celebrar anualmente los logros, reconocer a los colaboradores,
y comprometer a la comunidad beneficiada. En Europa, la United Nations Economic
Commission for Europe UNECE, asume desde 2019 la gestión y monitoreo de esta
iniciativa, con el compromiso de plantar unos 11 millones de árboles y hacer su
seguimiento y cuido, en las ciudades que se han unido al programa. También
incluye objetivos de ordenación urbanística, como asegurar el acceso peatonal
de los habitantes de la ciudad a las áreas arboladas o arborizadas. Como parte
del “Urban Forest Plan” de la organización, se aspira a que la cobertura verde
urbana alcance un 30% de la superficie de las ciudades (PNT, 2021). En 2020 un
total de 59 ciudades han logrado la designación internacional del programa, en
23 países y unas 120 ciudades están comprometidas, 38 de ellas en EEUU, 15 en
Canadá, 11 en UK, 10 en España, 10 en México, 7 en Italia, 5 en Australia, 3 en
Brasil, y al menos 1 en Uganda, Eslovenia, Rusia, Suecia, Perú, Nueva Zelanda,
Países Bajos, Irlanda, India, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile, Bélgica y
Argentina. El listado incluye tanto grandes metrópolis como ciudades
intermedias (UNECE, 2021c).
Adicionalmente a
estos programas internacionales, algunas grandes capitales, ya han venido
incluyendo la siembra de millones de árboles urbanos dentro de sus planes de
ciudad. La ciudad de Londres, implementó la siembra de 10 mil unidades para la
celebración de los Juegos Olímpicos en esa ciudad, en el año 2012. La Big Tree
Campaign, también en el Reino Unido, se propuso en 2010 plantar 1 millón de
árboles en todo el territorio en esa fecha. Londres muestra 16,13 metros
cuadrados de parques por habitante y 11,69 metros cuadrados de bosques.
(STATISTA, 2019). La ciudad de New York, ha planificado la plantación de 1
millón de árboles en diez años, para incrementar el bosque urbano en un 20% de
la superficie de la ciudad (GBU, 2015). En Paris, la alcaldía ha propuesto la
siembra de 170 mil árboles en los bosques adyacentes, a razón de un árbol cada
metro cuadrado, bajo el método Miyawaki, es decir sin uso de fertilizantes
químicos, con la meta de regenerar ecosistemas degradados en unas pocas décadas
(DE MAISONCELLE, 2020). La capital francesa,
con unos 8 millones de habitantes, cuenta con 200 mil árboles en las vías
públicas, y 300 mil en los bosques urbanos de Vincennes y Boulogne. Estos se
encuentran bajo supervisión fitosanitaria de la Alcaldía de la ciudad, que
posee una “tarjeta de identificación” para cada ejemplar, volcada en sistemas
geográficos de control (GIS). También autoriza a los particulares a la siembra
de especímenes sin límites en jardines privados. Uno de sus objetivos es el
rescate de abejas y sus panales. La
ciudad de Chicago anunció un plan para plantar cerca de 4.500 nuevos árboles en
2019. Hyderabaden en la India, ha obtenido en 2020 el reconocimiento del
programa Trees in Cities. Bogotá contabiliza un árbol por cada siete
habitantes, y Río de Janeiro contiene el mayor parque urbano del planeta con
3.953 hectáreas, el Parque Nacional de Tijuca, que desde 2019, es objeto de un
plan de la red REFAUNA y la Universidad Federal (UFRJ) para la repoblación de
especies nativas como agutíes o picures, monos aulladores o araguatos,
guacamayos, y tortugas, propios de las selvas tropicales (PNT, 2021).
Otras iniciativas
importantes tienen que ver con el rescate de cursos de agua dentro del trazado
urbano que favorecen la arborización y el rescate de ecosistemas.
Cheonggyecheon (청계천) por ejemplo,
es un río que recorre 5,8 kilómetros del centro de Seúl, capital de Corea del
Sur. Este, estuvo por años gravemente contaminado y propenso a las
inundaciones, cubierto con hormigón con una autopista aérea de 16 metros de
ancho en los años 50 a 70, pero pasó de esta situación a ser un área rescatada
ecológicamente con aguas limpias en pocos años, gracias al programa de gobierno
que llevó a cabo la intervención. Desde 2003 es un punto de atracción
recreativa y paisajística arborizado, así como de integración socio espacial
urbana entre el norte y el sur de la ciudad, propiciando a su vez el desarrollo
económico gracias a la recuperación ambiental alcanzada. Finalizado el
proyecto, Seúl ha experimentado un crecimiento en la biodiversidad del 639% en
el área, una reducción del efecto de isla de calor entre 3,3°C y 5,9°C, una
disminución de un 35% en la contaminación, todo esto unido a un incremento en
el uso de transporte público en un 15,1% respecto a los buses, y de 3,3% para
el sistema metro, generando un aumento del valor inmobiliario local de entre el
30% y el 50%. (LA NETWORK, 2021); (PARK Kil-Dong, 2007)
En los últimos
decenios, algunos gobiernos han emprendido también iniciativas para reconocer y
proteger a los árboles como elementos patrimoniales, a veces denominados
monumentales, históricos o singulares. Son aquellos árboles con un valor único
por su edad, su singularidad, su gran tamaño, su belleza o por su valor
cultural, histórico, botánico o ecológico (FAO, 2020b). Los individuos más
viejos de una especie arbórea representan un importante acervo génico y también
son un registro vivo de los cambios climáticos que se han producido en cientos
de miles de años. Algunos registros de árboles patrimoniales se confeccionan de
forma participativa y son gestionados por ONG’s, como el Trees National
Register de los EE.UU., el Tree Register del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte e Irlanda y el Register of Significant Trees de Australia.
Algunos árboles patrimoniales están protegidos por la ley nacional, estatal,
municipal o de distrito, por ejemplo, en Singapur, la
elección de árboles patrimoniales para su protección se lleva a cabo por ley,
en el marco del Plan de árboles patrimoniales adoptado en 2001, que forma parte
de una iniciativa nacional para conservar árboles, aunque no se encuentren en
zonas protegidas, sino en cualquier lugar del medio rural o urbano. En muchas
ciudades de los EE.UU., existen ordenanzas sobre árboles patrimoniales que
impiden la eliminación de determinados ejemplares. En Italia, en virtud de una
ley nacional, se estableció en 2014 una lista de árboles monumentales que
comprendía ejemplares individuales y en grupos tanto en el medio
agrosilvopastoril como el urbano, “monumentos verdes” debido a su tamaño, su
edad, su morfología, su singularidad, la provisión de hábitat para especies
animales y su valor histórico, cultural y religioso. Según establece la ley
italiana, las regiones, provincias autónomas y municipios son los encargados de
la recopilación de información, coordinada por el Ministerio de Políticas
Agrícolas, Alimentarias y Forestales del país.
La mortalidad de
los árboles urbanos plantados es también un reto a resolver. Se estima que,
para mantener 2 millones de árboles en una ciudad, es necesario plantar un
millón de árboles cada 10 años, y que su vida es en promedio de 7 a 13 años, lo
cual depende de las medidas que se tomen al respecto. (ROMAN, 2014).
En el caso de los árboles suburbanos, su existencia puede extenderse hasta 32
años. Entre las medidas que favorecen la salud del arbolado urbano, así como el
drenaje y en general los ecosistemas, se incluye evitar y eliminar la mayor
cantidad de pavimento posible, para favorecer la absorción de aguas
superficiales necesarias a la vegetación, ayudando al control de temperaturas
ambiente y minimizando inundaciones.
Una estrategia
beneficiosa de arborización urbana debe
privilegiar el plantado de especies de grandes árboles de muy larga vida
y bajo mantenimiento, favorecer la cobertura y generación de sombra con árboles
en espacios descampados, por ejemplo estacionamientos, evitar la iluminación
innecesaria en zonas arboladas y la contaminación atmosférica, favorecer la
variedad de especies dentro de las que son locales o endémicas, promover la
regeneración del suelo dejando permanecer la capa de hojas, ramas caídas e
incluso ejemplares muertos que restauran el humus, evitando la recolección,
sobre todo con instrumentos tales como rastrillos que destruyen la capa vegetal
superficial en formación. Regular el uso excesivo de zonas arboladas como
espacios de recreación.
Otras estrategias asociadas a la arborización incluyen la creación de cuencas de “bioretención”, “jardines de lluvia” y los “bioswale”. Se trata de espacios urbanos en áreas ajardinadas o descampadas, como por ejemplo los estacionamientos de vehículos, ayudando al ahorro en obras de drenaje construida como zanjas de drenajes naturales sostenibles, sembrados con árboles, sobre todo de raíces profundas, plantas y arbustos locales que pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en la ciudad con materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, en parques industriales, comerciales y residencias de alta densidad (BONELLS, 2020). También son alternativas de vegetación urbana los techos y fachadas verdes de edificios, que ayudan a la absorción de aguas pluviales, sobre todo en caso de tormentas, evitando la saturación de los sistemas de drenajes, y mejoran el refrescamiento de las edificaciones por evapotranspiración, generando ahorros de hasta 80% en climatización (DE MAISONCELLE, 2020).
Las estrategias
de arborización de ciudades también pueden incluir la agricultura urbana y
periurbana, la cual tiene objetivos centrados en la superación de la pobreza y
la inseguridad alimentaria, tal y como lo promueve la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO activamente desde
1999, pero este uso puede asimismo contribuir a la recuperación del medio
ambiente en general al regenerar espacios desertificados (FAO, 2014). En
América Latina y el Caribe, la agricultura urbana ha venido siendo reconocida
en las políticas públicas y en las estrategias de desarrollo urbano, como
mecanismo de supervivencia familiar, pero ha sido ejecutado en una escala muy
limitada. Pretende mejorar la calidad de vida de los habitantes con huertos
familiares y escolares, que incluso generen excedentes para la comercialización
de las cosechas. La agricultura urbana y periurbana incluye la producción de
cereales, hortalizas y tubérculos, árboles frutales, y hierbas medicinales,
pero sufre naturalmente la presión de la urbanización, por lo que debe ser
conciliada con las políticas de densificación y expansión de la ciudad
(ONU-Habitat, 2014).
Todos los
programas requieren de la formación del personal a cargo y fuentes novedosas de
financiamiento de las áreas verdes.
Deben preverse programas de capacitación en ciencias biológicas tanto
del personal público administrativo como de las comunidades y empresas
involucradas en diferentes esquemas de administración de áreas verdes de la
ciudad, intercambio entre diferentes instancias e instituciones, sobre todo las
de escala local o municipal y constante actualización de conocimientos y
concientización de la población. (SORENSEN et al.,1998).
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