Coordinación: Urbta. Dra. Hilda Torres Mier y Terán. Universidad Central de Venezuela. Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva. Área de Estudios Urbanos. Caracas.

La reconstitución de las ciudades venezolanas: economía urbana, crisis y planificación

 

La reconstitución de las ciudades venezolanas: economía urbana, crisis y planificación.

La reconstitución de las ciudades venezolanas: economía urbana, crisis y planificación.

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El Rosal, M. Chacao. Caracas. Ht/2019

Las ciudades son el asiento de condiciones materiales e inmateriales que favorecen el crecimiento económico, y generan recursos sin los cuales, es imposible alcanzar metas de bienestar, especialmente en el contexto de un planeta creciente y mayoritariamente urbanizado. Con 20 por ciento de la población mundial, las 300 mayores economías metropolitanas del planeta generaron cerca de la mitad del producto global para el año 2014 (Global Metro Monitor). En Venezuela sin embargo, el papel de nuestras ciudades mengua, ante la grave crisis general que vive la nación.

Las economías de las metrópolis del mundo generan cerca del 80% del producto bruto del planeta, cada vez con más acento en el sector terciario y con mayor productividad en el sector de alta tecnología. El mayor reto en el gasto global en los años venideros, será el financiamiento de infraestructura urbana a través de los gobiernos locales que para mantener la economía local y mundial.  Ahora bien, todo ello está  fuertemente determinado por la planificación urbana, pues sólo así pueden definirse programas adecuados de inversión en relación con la futura urbanización.

El programa de asesoramiento a gobiernos locales denominado Autoasesoría de Gobiernos Locales (LGSA en sus siglas en inglés) del Banco Mundial (Farvacque y Vitkovic, 2019), plantea la necesidad de la integración de la planeación urbanística y del estudio de la economía local y las finanzas municipales, para por una parte definir correctamente el objetivo de la ciudad y cuantificar sus requerimientos de inversión en infraestructura, tierra y servicios, y por la otra, para orientar “la optimización de las finanzas municipales, el reconocimiento de cuellos de botella en los ingresos, gastos y prácticas financieras asociadas, el estudio de la solvencia financiera de la municipalidad y su capacidad de inversión”. 

Este programa recomienda la asociación de municipalidades de una ciudad para asegurar la coherencia, el acuerdo, la recolección de data y la distribución de responsabilidades de gobernanza espacial urbana, y promueve entre otros aspectos, la definición de la «marca de ciudad» o «city brand«, entendida esta como la imagen objetivo que se pretende que identifique a la urbe, con base en su potencial específico de desarrollo económico competitivo, fundamentado en la identificación de las actividades con mayor potencial de generación de empleo y la atracción de capitales mediante estímulos fiscales. Tanto las tareas de planificación urbanística como la económica y financiera, exigen la conexión estrecha de trabajo entre departamentos y la relación subsidiaria del gobierno central.

En relación con la planificación urbana, propone el diagnóstico de necesidades de infraestructura y servicios a la escala de la ciudad y del vecindario, el análisis del suelo urbano incluyendo la distribución espacial de usos, el estudio de la estructura parcelaria, del mercado inmobiliario y de las reglamentaciones vigentes. También recomienda prestar especial interés a la situación de la vivienda formal e informal, el acceso a servicios de equipamiento e infraestructura, y sus condiciones estructurales y funcionales. En el análisis financiero local propone como indicadores económicos clave, el PIB per capita nacional y el PIB local urbano, el ingreso medio anual familiar, la tasa de desempleo, el empleo por sectores de actividad y la tasa de informalidad en el empleo de la ciudad.

Este informe no discute sobre teorías o modelos de análisis de economía urbana y regional tales como los de base económica, medio innovador, teorías de análisis espacial y de localización de actividades, teorías de crecimiento económico, o planteamientos conceptuales de planificación urbana y de análisis económico financiero de proyectos urbanos. Tampoco reflexiona sobre aspectos teóricos necesarios para fundamentar los análisis empíricos: teoría de planificación, teoría económica y modelos de crecimiento regional y urbano, teorías de localización espacial de la actividades, modelos administrativos y de finanzas públicas, teoría tributaria, federalismo fiscal y otras ramas teórico – conceptuales importantes para guiar la gestión local. Sin embargo, estos aspectos deben ser desarrollados por expertos, e indefectiblemente incorporados como fundamentos para guiar los estudios prácticos. Asimismo algunos paradigmas como el de una ciudad equitativa, sostenible, compacta, o resiliente, que deben ser discutidos en aras de orientar la concepción del desarrollo.

Una vez determinada la vocación económica, y proyectado el crecimiento urbano de la ciudad o metrópoli, deben formularse los proyectos de inversión necesarios entre los cuales deben seleccionarse aquellos prioritarios o estratégicos. Esto puede realizarse a partir de matrices de decisión participativas y con la aplicación de indicadores de diagnóstico de cada aspecto relevante: infraestructura, equipamientos y espacios públicos, básicamente en proyectos de desarrollo urbano residenciales  y de usos empleadores, proyectos de renovación urbana, y proyectos de habilitación de barrios o zonas informales subequipadas. La identificación de estos proyectos permitirá realizar la aplicación de fondos adecuada, y debe asociarse a la estrategia de crecimiento económico y la obtención de financiamiento.

Las fuentes de financiamiento.

Encontramos en resumen, tres ámbitos de estudio en relación con fuentes de financiamiento local que deben ser considerados: la atracción de capitales para el crecimiento económico local, las fuentes de recursos internacionales para el desarrollo urbano local y las fuentes de ingresos tradicionales de los gobiernos locales.

Tanto la obtención de fuentes de recursos internacionales para el desarrollo, tales como préstamos de organismos multilaterales a través del gobierno central, dirigidos proyectos urbanos o la emisión de bonos de deuda pública, como la optimización del manejo de fuentes de ingreso tradicionales, deben ser idealmente acompañados de programas sostenibles de atracción de capital extranjero local hacia los sectores competitivos de la ciudad, que no sólo pudiesen financiar proyectos de inversión local, sino que principalmente, tiene como objetivo aportar al crecimiento de la economía urbana metropolitana. Su aporte indirecto al desarrollo urbanístico, se concreta a partir de la asociación de la actividad económica con las fuentes de ingresos locales tradicionales como transferencias, impuestos y tasas, así como impuestos a actividades innovadoras como el turismo u otras según el potencial de la ciudad. Para el desarrollo urbanístico, también es posible establecer convenios entre compañías públicas y privadas de prestación de servicios, y obtener  financiamiento a través de inversionistas privados del sector inmobiliario asociados a los proyectos empresariales y a los proyectos de desarrollo metropolitano. En todos los casos es necesario el estudio del potencial económico de la ciudad, y la evaluación social y financiera de los proyectos, con técnicas adecuadas y sólidas bases teóricas y ontológicas.

Por ejemplo, en relación con la atracción de capitales para el crecimiento económico metropolitano, bajo los criterios de la Iniciativa Global de Ciudades, proyecto de patrocinado por  Brookings and JPMorgan Chase,  la ciudad de Wichita, estado de Kansas en los Estados Unidos, poseyendo una rica historia en el tema de aviación, ha venido acogiendo una significativa concentración de experiencia en actividades aeroespaciales, atractivas para las empresas de aerolíneas. Para apalancar esta ventaja,la Universidad local atrae a las firmas internacionales por medio de sus Institutos de investigación en el tema, de tal modo, que en 2017, la empresa francesa Dassault Systèmes de programación (software) aeroespacial, y la empresa Airbus Americas Wichita Engineering Center instalaron respectivas sedes en la ciudad. Esta y otras experiencias reportadas por Bouchet, Barker y Gootman (2019) como la de Portland, estado de Oregon, donde la inversion directa extranjera da soporte a un 30% de la inversion local, por la gestión de asociaciones publico – privadas para el desarrollo económico local (EDO). El progreso obtenido a partir de esta estrategia se conecta con estrategias de desarrollo regional, programas para el mercado global, crecimiento industrial y atracción de talento. Las inversiones aportan incremento del producto económico, de las exportaciones, innovaciones y conexiones a cadenas de suministro globales, a la vez que atraen otras inversiones internacionales en cadena.

En relación con los ingresos locales tradicionales, destaca el manejo del impuesto inmobiliario urbano a la vivienda y a usos empleadores, siendo el primero un instrumento de gran estabilidad económica y espacial relativa, de carácter general y con amplia base de contribuyentes, pero también se contemplan ingresos puntuales menos tradicionales con base en el suelo urbano, como el Land Value Capture o negociación de incrementos de valor de la tierra en nuevos desarrollos a favor de inversiones locales de interés público, el mecanismo del financiamiento por cobro anticipado de impuestos prediales para el financiamiento de infraestructura y equipamientos que favorezcan a los propios desarrollos privados en zonas específicas sujetas a desarrollo o TIF por sus siglas en inglés, el cobro de montos únicos a promotores inmobiliarios o propietarios por impacto obras municipales de las cuales se vieran beneficiado,  Development Impact Fee (TDIF) o “contribución por mejoras”, la negociación de transferencia de derechos de desarrollo, las contribuciones de promotores al desarrollo de una infraestructura, o el cobro de montos de pago por garantías de desarrollo (Development Agreements), por ejemplo, la garantía de estabilidad de los usos del suelo aprobados durante la vida útil de la inversión inmobiliaria. Los impuestos a las actividades económicas suelen tener el mayor peso presupuestario en los ingresos propios, pero tienen como desventaja la transmisión de la imposición al consumidor a través de los precios y el desestímulo relativo a la propia actividad.

Crecimiento económico, planificación urbana y planificación financiera local: interrelaciones.

Una de las variables fundamentales cuyo análisis guía la determinación de la vocación económica de la ciudad, y subsecuentemente de su planificación urbanística, es el Producto Interno Bruto (PIB) Metropolitano, tanto  por su relevancia como indicador, como por la posibilidad que brinda para realizar comparaciones estandarizadas. Diversas instituciones públicas, institutos de investigación y teóricos de la economía urbana y regional, han desarrollado metodologías ad hoc para el cálculo del PIB urbano, dado que los bancos centrales de cada país suelen manejar los análisis de crecimiento del PIB únicamente en el ámbito de lo nacional, y sólo en muy pocos países, en el ámbito regional y urbano. Sin embargo, incluso en estos casos, es complicado obtener la data local necesaria sin una plataforma técnica que soporte las investigaciones, y se utilizan por lo general variables proxy y su correlación con datos del PIB nacional, por ejemplo el consumo energético o la cantidad de telecomunicaciones, dada la escasa disponibilidad de cuentas fiscales sobre la actividades productivas sectoriales en el ámbito local municipal o urbano.

El estudio presentado por Brooking Institutions mide el PIB metropolitano y el empleo en numerosas metrópolis del planeta. En general observa que las economías metropolitanas con tasas más rápidas de crecimiento económico en 2014, se concentraron en los países en desarrollo, especialmente en el Asia del Pacífico, Europa del Este y Asia Central, y las tasas menores se observaron en Europa del oeste, Norte América y los países asiáticos desarrollados. En muchos casos, el crecimiento y el empleo metropolitano avanzaron a un ritmo superior al promedio del país correspondiente, y la mayoría (60%) recuperaba sus niveles de empleo y PIB per capita previos a la recesión mundial del año 2008, con observación de los mayores progresos en las metrópolis especializadas en actividades de comercio, servicios, turismo y manufacturas especializadas, creciendo a menos ritmo las áreas metropolitanas con alta concentración de negocios, finanzas y servicios profesionales. Este estudio no da acceso a la metodología con la que trabaja los datos empleados para el caso de América Latina, indicando que son recopilados por el Instituto de asesoría internacional Oxford Economics. Reporta el caso de Caracas, advirtiendo la falta de información oficial para la estimación de indicadores, y señalando que dentro de las lista de Metrópolis con más lento crecimiento económico, Caracas ocupa el puesto 296, bajando del puesto 129 en 2013,  entre 300 ciudades estudiadas, con una disminución del PIB per capita de 3.5% y del empleo en 0.1%. Vale destacar que en el caso de los Estados Unidos de Norteamérica el U.S. Bureau of Economic Analysis (BEA), produce estadísticas permanentes para las metrópolis norteamericanas, tales como el PIB municipal, estimado como la participación del empleo local urbano, en el empleo del estado correspondiente.

El caso de Caracas, las ciudades venezolanas, crisis y reconstitución.

Venezuela tiene una de las mayores tasas de urbanización del continente, un patrón de concentración espacial urbana predominante en la distribución territorial de la población, un nivel de infraestructura importante y recuperable, aún a pesar de su situación de deterioro actual, y una organización institucional local, que aún a pesar de la crisis que sufre por mengua de recursos y por las políticas recientes de concentración central del poder, constituyen todas oportunidades de desarrollo para la reconstrucción económica, la reconstitución urbana y la proyección de nuestras ciudades como fuentes de crecimiento, empleo y bienestar. La concentración urbana  metropolitana así como ciudades intermedias incluye el Área Metropolitana de Caracas (AMC) y el Litoral Vargas como unidad urbana principal, las ciudades de los Valles del Tuy y de la conurbación Guarenas – Guatire así como el sector de Altos Mirandinos, y las metrópolis de Valencia-Maracay-Puerto Cabello-La Victoria  entre las de mayor magnitud poblacional y significancia económica y material, con tendencia a conformar una gran megalópolis integrada al AMC y otras regiones metropolitanas y ciudades intermedias. Se estima para el año 2050 una población aproximada de 10 millones y medio de habitantes para la conurbación de metrópolis al norte del país. Estas estadísticas deben ser actualizadas, puesto que la migración de venezolanos hacia el exterior hace mella en nuestras ciudades, probablemente de manera diferenciada. En cada caso o aglomeración, existen condiciones de localización estratégica, infraestructura, instituciones de gobierno local, y capital humano, que deben constituir la base de una estrategia de competitividad y de reconstitución urbana con calidad de vida y equidad.

Ahora bien, el país viene sufriendo una crisis económica, social, humanitaria, con proyecciones de contracción del producto del 25%, sólo para el año 2019 (BM), y una caída acumulada del PIB del 60% en los últimos seis años. Esto ha traído como consecuencia una situación de catástrofe humanitaria y migraciones forzadas de millones de personas, migración sin precedentes en América y una de las mayores en el mundo (ACNUR). La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), luego de la visita a Venezuela del 11 al 22 de marzo de 2019, concluyó en el reconocimiento público de una crisis económica y social, agudizada entre los años 2018 y 2019, con una  economía en contracción, e índices hiperinflacionarios sostenidos, a lo cual se suma la disminución de los ingresos públicos a raíz de una drástica reducción en la producción petrolera, principal producto de exportación. Reconoce asimismo violaciones flagrantes al derecho a la alimentación «incluida la obligación del Estado para garantizar que la población no padezca hambre«,  al derecho a la salud, donde se observa una situación grave y sostenida en el «deterioro creciente de la infraestructura, el éxodo de doctores y personal de enfermería, así como por graves carencias en la atención médica básica y de medicamentos«.

El informe añade que: «la falta de mantenimiento en la infraestructura pública, así como la subinversión, han tenido como resultado violaciones al derecho a un nivel adecuado de vida, entre otros, debido al deterioro de servicios básicos como el transporte público y el acceso a electricidad, agua y gas natural«.  A lo anterior debe sumarse una tasa de informalidad residencial acumulada cercana al 40% de la población metropolitana, según las estimaciones más conservadoras, y una crisis de seguridad ciudadana aguda, ante la existencia de elementos de seguridad pública y grupos paramilitares al servicio de objetivos de represión social y política, con reconocida violación de derechos humanos.

En la última década, también puede señalarse negativamente la reversión del proceso de descentralización iniciado en la década de 1980,  reversión fundamentada en una visión centralista antiurbana acentuada de parte del gobierno central, trastocando adelantos concretos en cuanto a la transferencia de competencias y de recursos locales y  de democratización de procesos políticos, y llegando incluso a desmantelar arbitrariamente instancias de gobierno local, como el nivel parroquial y la Alcaldía Metropolitana de Caracas, instituciones de rango constitucional.

Asimismo, la inseguridad jurídica, especialmente en relación con el derecho a la propiedad consagrado constitucionalmente, se ha visto incrementada por diferentes leyes y ejecutorias trasgresoras de la norma, así como por el discurso oficial amenazante que desestimula las posibles operaciones de inversión, y mantiene en vilo la propiedad privada comercial y residencial.

El deterioro crítico en la situación institucional y económica general del país, las proyecciones negativas de crecimiento económico, y el descalabro agravado en servicios, equipamientos, infraestructura urbana e informalidad acumulada en nuestras ciudades, constituyen así limitaciones de inmensa magnitud para el logro del derecho a una ciudad equitativa y sostenible, más aún para el logro de metas más complejas pero igualmente indispensables como las de una ciudad verde, inteligente, competitiva, resiliente, hermosa y pujante.

Ante esta situación de calamidad: ¿cómo reconstituir nuestras ciudades a partir de su indiscutible potencial, y lograr una calidad de vida básica indispensable, apuntando al logro de objetivos de desarrollo, a pesar del deterioro? ¿Cómo obtener provecho de una red urbana consolidada y estratégicamente posicionada a nivel geográfico continental, con la infraestructura recuperable y el capital humano disponible?

La reconstitución de las ciudades venezolanas consistirá en la recuperación del nivel de vida alcanzado al menos antes del agravamiento de la crisis nacional y de servicios de los últimos años, a través del equipamiento y la infraestructura urbana fundamentales para un nivel de vida adecuado,  para desarrollar la principal riqueza de la ciudad como es su capital humano,  la generación de empleo, innovaciones y el desarrollo tecnológico. Este objetivo implica la puesta en valor de la planificación urbana, la planificación económica, y la optimización del desempeño económico financiero de los gobiernos metropolitanos y municipales integrados.

En cuanto a la planificación urbana, a grosso modo, puede hablarse de ventajas en relación con la existencia de Planes Locales de Desarrollo Urbano (PDUL) elaborados para casi todas la ciudades del país, así como Planes de Ordenación Urbanística (POU) de mayor escala o ámbito espacial, con excepción de la ciudad de Caracas, que  cuenta no obstante con el Plan Caracas Metropolitana 2020, elaborado en 2011 por la Alcaldía Metropolitana, con lineamientos estratégicos de dotación de equipamientos e infraestructura básica, protección ambiental y emprendimiento entre otros aspectos generales. Se cuenta igualmente con un Plan Nacional de Ordenación Territorial vigente (PNOT, 1998) que definió en su momento actividades líderes por ciudad. Debe incluirse también la reflexión acumulada acerca de la habilitación física de barrios, concretada en el Plan del mismo nombre, elaborado a partir de la gestión Consejo Nacional de la Vivienda (CONAVI) alrededor del año 2000 y posteriormente paralizado, cuyos contenidos deben ser retomados, integrándolos a la planificación urbana y financiera. Son también ventajas para la planificación, la experiencia acumulada en el país para el estudio y la modelación de la estructura y el transporte urbano,  y la mejora reciente en las bases de datos georeferenciados de las municipalidades, especialmente en la ciudad capital, entre otras.

Ahora bien, los planes urbanos existentes deben actualizarse, adoptando el estudio del potencial económico de la ciudad, de las actividades generadoras de riqueza, para definir estrategias de inversión y planificación, con base en la teoría disponible para la modelación económica y espacial. Los planes urbanos y territoriales deben ser actualizados bajo criterios de promoción del desarrollo y del crecimiento urbano compacto y sostenible, ratificando el reconocimiento del sistema integrado y jerarquizado de metrópolis. Asimismo debe procurarse la creación de una unidad de análisis en las instituciones de gobierno y académicas para la creación de data sobre crecimiento metropolitano (PIB), como fuente de información para la planificación económica urbana y la planificación urbanística.

En cuanto a las finanzas locales, es necesario plantearse estrategias de atracción de capitales foráneos y la reinversión de capitales nacionales en industrias y servicios clave, así como potenciar las fuentes de recursos tradicionales. Para la atracción de capitales privados foráneos, son necesarias las investigaciones que permitan visualizar experiencias exitosas de inversión y desarrollo urbano, atrayendo estos capitales a partir del estudio del potencial económico, de los recursos naturales y humanos de nuestras ciudades, y contando con la asociación con el sector privado local y con la creación y apoyo a centros de investigación y asociaciones público-privadas encargadas e investigar y fomentar estas estrategias.

En relación con los ingresos propios municipales, se tienen ventajas en la experiencia de administración municipal acumulada a raíz de los procesos de descentralización desde los años 80, en la disponibilidad de instrumentos de recolección de ingresos propios locales, en las mejoras recientes en los mecanismos administrativos de cobro de impuestos como el de Inmuebles Urbanos (IIU), y en el cobro de plusvalía urbana (caso del Municipio Baruta en Caracas). Sin embargo, debe procurarse la modernización de los mecanismos de auditoría financiera municipal en función de la formulación conjunta de objetivos económicos y de desarrollo o planificación urbana. Debe revisarse la legislación disponible para propiciar la implementación de mecanismos novedosos, distintos a transferencias, tasas e impuestos propios tradicionales, cuya puesta en práctica está también íntimamente ligada al análisis económico y espacial urbano, y a los planes urbanísticos. Igualmente deben llevarse a cabo acciones para optimizar el uso de los instrumentos de ingresos locales vigentes e implementar otros novedosos, especialmente los ingresos asociados al desarrollo de proyectos inmobiliarios. Es necesario revisar las bases y el diseño de otros impuestos como los derivados de instrumentos tributarios sobre el suelo, y mantener al día estudios inmobiliarios ad hoc y reglamentaciones.

Debe asimismo lograrse la integración del trabajo de planificación económica, de planificación urbana y de planificación económico-financiera local en cada municipio o en cada metrópoli de municipios integrados, todo dentro de un marco de seguridad jurídica, de mecanismos de descentralización, de restitución de los niveles de gobierno local urbano y metropolitano, de participación ciudadana y de cooperación subsidiaria del gobierno central.

Dada la situación crítica actual, lograr objetivos de reconstitución urbana como los que aquí hemos sugerido, debe ser una meta inmediata de nuestras instituciones, sin embargo, la elaboración de instrumentos y la implementación de acciones, deben incorporar criterios que permitan desde ahora superar este nivel básico de reconstitución,  y que posibiliten visualizar simultáneamente una imagen objetivo de mediano y largo plazo, que integre nuestros centros urbanos a metas de crecimiento económico y competitividad, con robustas bases ontológicas, teóricas y empíricas.

Hilda Torres. Septiembre, 2019

Covid-19. Coronavirus y ciudades. El caso de Caracas (21/03/2020).

 

Covid-19. Coronavirus y ciudades. El caso de Caracas.

 

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Fotografía:  Jonathan Lanza Contrapunto. En: https://contrapunto.com/nacional/sector-salud-exige-reactivacion-del-hospital-periferico-de-coche-ya-no-es-referencia-nacional-en-toxicologia-y-traumatologia/ JUNIO, 2019-

El ataque del Covid-19, virus recién instalado para desmedro de la humanidad entera, viene lamentablemente avanzando a través de todos los continentes, particularmente de las ciudades conectadas globalmente. Resalta que la transmisión o contagio inicia en las ciudades más globalizadas del planeta, por la actividad turística o de negocios internacionales, y en segunda etapa ahora se dispersa hacia las ciudades de los sub continentes menos desarrollados y probablemente menos conectados globalmente, pero con una muy alta tasa de riesgo de mayor mortalidad, dadas especialmente las condiciones sanitarias más deficientes, aún con el necesario apoyo de organismos internacionales, lo que está por verse.

Los efectos sanitarios del COVID-19, con una tasa de mortalidad relativamente baja en comparación con otras endemias y pandemias, alarman sin embargo sobremanera, por el sufrimiento causado en cada familia y comunidad afectada, y produce pánico generalizado de contagio, lo que ha llevado al establecimiento de políticas de aislamiento social o confinamiento casi total de la población en sus casas a nivel mundial, por períodos mayores a quince días incluso, paralizando la economía, afectando el empleo con proyecciones negativas indeseadas o efectos macroeconómicos nefastos que apenas comienzan a estimarse, y distorsionando la vida personal y comunitaria en su casi totalidad. Los efectos del confinamiento también traerán situaciones sanitarias, psicológicas y sociales que están por verse, sobre todo en los países con menos recursos que comienzan a verse afectados, y tendrán incluso consecuencias políticas, que ya se reflejan en una aparente competencia global por demostrar gobiernos fuertes y preparados ante la calamidad.

Ahora bien, las tasas de mortalidad de este virus no se han mostrado iguales en cada país o región. Las medidas de confinamiento han resultado aparentemente muy eficaces e indispensables, pero ellas han debido venir acompañadas de una infraestructura tecnológica y una estructura urbana que debemos destacar. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), a la fecha de este escrito, se han contabilizado globalmente 234.073 personas infectadas  y 9.840 decesos, con una tasa promedio de 4,2%.

coronavirus mundo 20 de marzo

 

china y corea corona datos 20 de marzo OMS
Fuente: OMS, 2020. Coronavirus disease 2019 (COVID-19)
Situation Report – 60. Al 19 de marzo de 2020. En: https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/situation-reports

Mientras la tasa de mortalidad en la República China a la fecha es de 4,00% aproximadamente, en la nación surcoreana o República de Corea, esta tasa es de 1,08%. La misma es actualmente del 8,03% en Italia, al tiempo que resulta de 0,81% en Alemania. ¿Cuál ha sido la diferencia en las políticas de cada país?

Según el artículo de la BBC de Londres:

«Corea del Sur adelantó una campaña agresiva para combatir el virus. Puso todo su sistema de salud a disposición para diagnosticar tempranamente la presencia del Covid-19 en los habitantes de zonas críticas del paísUn ejemplo de ello es que, a pesar de que EE.UU. y Corea del Sur anunciaron el mismo día el primer caso de coronavirus en sus respectivos países (20 de enero), hasta esta semana EE.UU. había examinado a 4.300 personas en su territorio. Corea del Sur, en cambio, hizo el test en 196.000. Ese método, aunque ha sido calificado de invasivo, ha logrado salvar vidas».

La misma fuente de la BBC para el caso de Alemania, reporta que el amplio alcance de los exámenes permitió también a este país identificar la epidemia desde una etapa muy temprana para trabajar sobre ella, así como la impresionante capacidad del Instituto Koch alemán, de realizar 160.000 exámenes de diagnóstico por semana.

La detección temprana es clave para la definición de las políticas de aislamiento de la población en riesgo, y parece ser también clave en el control de las estadísticas de la enfermedad, pero ella funciona con un capital humano, una infraestructura y equipamientos urbanos indispensables.

La pandemia, así declarada por la OMS, parece mostrar un ciclo de aumento y declive de los contagios cuyo pico más alto ocurre alrededor del día 15 del primer contagio detectado, y el declive inicia aproximadamente a partir de entonces, dependiendo de las medidas de aislamiento y de detección temprana. Esto hace que los países afectados se encuentren en distintas etapas o momentos, con la posibilidad de aprender de los países afectados más tempranamente.

El caso de Caracas: 

Según la OMS (2020) al 1 de marzo de 2020 en Venezuela se reportaron 36 casos de personas contagiadas  desde el día 13 de marzo pasado (según información pública, hoy el número es de 70), con ningún deceso, situación similar a otros países de la región cronológicamente paralelos (en la República China por ejemplo los primeros casos parecen haberse detectado en diciembre de 2019, con lo cual se encuentra en otra etapa, aparentemente en declive del contagio del virus). Brasil presenta 428 casos y 4 decesos, con fecha de primer caso detectado en la última semana del mes de febrero de 2020.

Pero la situación sanitaria de Venezuela resulta grave en términos de migración de personal de la salud al exterior produciendo déficits en especialistas, particularmente en infectología según declaraciones de la Sociedad Venezolana de Infectología desmantelamiento de equipos e infraestructura, clausura de servicios especializados en hospitales, e incluso cierre total de instalaciones hospitalarias,  como es el caso de los hospitales caraqueños de referencia nacional e internacional J.M. de Los Ríos (infantil) y Periférico de Coche, inoperatividad casi total de los ambulatorios comunitarios de atención primaria denominados recientemente «Módulos Barrio Adentro» en comunidades populares, escasez de medicinas y material sanitario, escasez de combustible para el transporte automotor, desnutrición, inseguridad alimentaria y empobrecimiento del 80% de la población en los últimos 6 años (ACNUR, 2019), escasez de agua potable, fallas eléctricas constantes, a lo que se agrega falta de acceso a información pública confiable y transparente por limitaciones a la libertad de expresión, y acciones políticas represivas contra denunciantes de la situación. Aunque el país posee los conocimientos científicos o técnicas de biología molecular para la detección de la COVID- 19, por ejemplo en el Instituto Nacional de Higiene de la Universidad Central de Venezuela, su trabajo se ve limitado por la falta de insumos para este fin y las estructuras hospitalarias, carentes de los insumos esenciales para el tratamiento, con menos de 70 camas de terapia intensiva operativas en el ámbito nacional.

La situación de la ciudad capital, Caracas, no escapa a estas notas generales, aunque la situación se torna incluso más gravemente acentuada en las ciudades del interior del país. La ayuda internacional que está en proceso de ser recibida en términos kits de detección del virus o insumos médicos mínimos como mascarillas, sueros, etc., sólo ayudará parcialmente a aliviar la situación.

¿Qué implicaciones urbanísticas derivan de toda esta situación? El abandono de la infraestructura y los equipamientos urbanos, especialmente los de carácter sanitario que también ha visto el país y nuestras ciudades en los últimos años resulta inaceptable. Se ponen especialmente a prueba en una situación tan excepcional como grave, pero muestran claramente que para mantener la debida calidad de vida urbana, como la productividad necesaria para la sostenibilidad de nuestras ciudades, tanto los equipamientos urbanos puntuales a todas las escalas de atención, como las grandes infraestructuras de redes de agua, electricidad y comunicaciones, son indispensables para la vida, mejor aún, con sistemas democráticos y transparentes.

Urbta. Hilda Torres Mier y Terán.

Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad. PARTE I.

 

Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad. El caso de Venezuela y su capital Caracas.   

En memoria del Arq. Víctor Artís (1933-2017), miembro Honorario de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat de Venezuela, preocupado defensor del arbolado urbano.

Resumen.

Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de combate contra el cambio climático, este último entendido como el aumento inusitado de la temperatura ambiental del planeta, que viene registrándose especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su origen antropogénico. El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de materiales contaminantes, las actividades mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados por tala y aumento de espacios para la ganadería, los cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro carburantes y la explotación descontrolada de los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, y particularmente de la protección y de la comprensión de la importancia de los árboles, los sistemas forestales y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta catástrofe ambiental. Tanto los grandes y bosques y selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la mayor parte de la población son importantes. El incremento de la arborización urbana y la recuperación de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes, todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.

Palabras clave: cambio climático, bosques, arbolado, ciudad, Caracas, Venezuela.

PARTE I. Introducción. Cambio climático, bosques y arbolado urbano.

Los bosques y el arbolado urbano son herramientas de combate contra el cambio climático, o el aumento inusitado de la temperatura ambiente del planeta, especialmente en los últimos 50 años aproximadamente, con consecuencias incrementalmente desastrosas sobre la vida de todas las especies naturales, incluido el ser humano, fenómeno claramente comprobado, así como su origen antropogénico (COOK et al., 2013). El consumo energético de combustibles, y el consumo masivo de materiales contaminantes, las actividades mineras altamente contaminantes y degradantes del ambiente, la deforestación y degradación de bosques y arbolado causados por tala y aumento de cultivos agrícolas para la producción de alimentos o de agro carburantes y la explotación descontrolada de los recursos forestales, atentan contra el equilibrio atmosférico, la capa vegetal y la vida. De la limitación de estas actividades degradantes, de la protección y de la comprensión de la importancia de los sistemas forestales y los ecosistemas asociados, depende en buena medida el éxito sobre esta catástrofe ambiental en ciernes. Esto incluye tanto los grandes y bosques y selvas de escala planetaria, como la arborización de ciudades, asiento de la mayor parte de la población mundial. 

Árbol más alto hallado en el AMAZONAS. Árbol más alto hallado
en el AMAZONAS. Fuente: Tobías Jackson. BBC News Mundo.
16 / 09 /2019. https://www.bbc.com/mundo/noticias-49718965

La ciudad es el lugar dominante en la concentración espacial de los seres humanos como sociedades organizadas. Es el hábitat construido que permite la vida de la mayoría, pero ello conlleva cargas e impactos respecto al medio ambiente natural. La complejidad del asunto, exige por lo tanto el estudio conjunto de los grandes bosques y selvas, sus ecosistemas y problemática, en relación con las variables asociadas al desarrollo urbano, sus requerimientos de consumo energético y de bienes, las fuentes de esos requerimientos, y su contribución al cambio climático.  Las ciudades pueden sin embargo aportar grandes remedios a esta situación. Estas van desde lo científico y lo tecnológico con estrategias para minimizar los impactos de los modos de transporte, los materiales de construcción y el consumo de energía, indispensable para el desarrollo, hasta la puesta en práctica de acciones concretas de restitución de la naturaleza, dentro y fuera del ámbito urbano construido. Además de la conservación de los grandes bosques, entre las medidas regeneradoras a escala urbana, destacamos la arborización como una contribución destacada para una ciudad y un planeta más verdes, ambientalmente sostenibles.

El incremento de la arborización urbana y la recuperación de bosques cuenta con estrategias que abordan la escala planetaria, con grandes sistemas de bosques continentales y corredores de ciudades-región arborizados, así como otras tácticas que enfatizan la arborización al interior de las urbes, todo lo cual se destacará a continuación, poniendo particular atención al caso de Venezuela y de la ciudad de Caracas, su capital.

Cambio climático, bosques y arbolado urbano.

Las advertencias y evidencias sobre el cambio climático y sus consecuencias nefastas para la vida se han hecho cada vez más urgentes y preocupantes. Los expertos señalan: “Muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, sino en cientos de miles de años, y algunos de los cambios que ya se están produciendo, como el aumento continuo del nivel del mar, no se podrán revertir hasta dentro de varios siglos o milenios. Sin embargo, una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases de efecto invernadero permitiría limitar el cambio climático. Aunque las mejoras en la calidad del aire serían rápidas, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta que las temperaturas mundiales se estabilizasen” (IPCC, 2021).

De acuerdo al informe de United in Science 2021, Organización de Naciones Unidas, y la World Meteorological Organization (ONU, 2021a), las concentraciones de gases de efecto invernadero y su impacto sobre la temperatura ambiente, presentan niveles récord en el planeta, a pesar de la circunstancia atenuante de la reducción de las actividades productivas debida a la pandemia COVID-19, especialmente desde el año 2020, que ha reducido las emisiones del transporte terrestre en cerca de un 5%, aunque esto sólo resulta en un efecto temporal. Con ello el mundo se aleja de los objetivos fijados por el Acuerdo de París (ONU, 2015), tratado internacional para evitar que el calentamiento global que sufre el planeta aceleradamente esté por encima de los 2°C durante el presente siglo. También obstaculiza el avance hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por la Organización de Naciones Unidas (ONU,2021b). Más allá de este límite de temperatura, se generarían fenómenos meteorológicos más frecuentes, extremos y devastadores, con un impacto cada vez mayor en las economías y en las sociedades, especialmente incendios e inundaciones. La temperatura media anual del planeta es al menos 1°C más elevada que en la época preindustrial, y probablemente se eleve hasta 1,5°C en los próximos cinco años. El nivel del mar aumentó 20 centímetros entre 1900 y 2018, a un ritmo acelerado entre 2006 y 2018, y aumentará entre 0,3 y 0,6 metros para 2100, o entre 0,3 y 3,1 metros para el año 2300. Aún con un aumento menor a 2°C en la temperatura media, las infecciones, entre ellas la COVID-19, y otros riesgos climáticos tales como las olas de calor y la mala calidad del aire, se combinarán para amenazar la vida de muchas especies y la salud humana en todo el mundo, poniendo en especial riesgo a las poblaciones más vulnerables por su nivel de pobreza o condiciones de salud especiales. Luego del fin de la pandemia, se prevé un aumento adicional considerable de las emisiones y sus efectos, por la reactivación de las economías, el consumo energético y otros factores asociados, pero también por el recrudecimiento de acciones de deforestación y degradación de bosques, causados por incendios forestales, tala, y aumento de actividades agropecuarias y mineras, sobre todo en la Amazonía y en las selvas de Indonesia en el sureste asiático, de importancia planetaria. La degradación de los bosques y del ecosistema natural, no pueden ser compensados más que parcialmente con la reforestación o el recrecimiento natural de la vegetación (WMO, 2021). 

Las ciudades son también parcialmente responsables de la emisión de contaminantes que aceleran el cambio climático, como el CO2, y sufren asimismo sus consecuencias, tanto las inmediatas y localizadas dentro de la ciudad, entre ellas la degradación de la calidad ambiental, el calor y sus efectos nocivos sobre la salud, como otras no necesariamente localizadas, como es el caso de la elevación del nivel de los océanos, las inundaciones, las sequías y las tormentas inusuales, que afectan gravemente la infraestructura, la producción de alimentos y la vida de los habitantes de las ciudades, y de todos los seres vivos.

Los bosques urbanos, las zonas protectoras, los parques nacionales y los sistemas boscosos continentales albergan biodiversidad y ofrecen servicios sociales, tanto al interior de las ciudades como en los sistemas ambientales supra urbanos. Los grandes bosques acogen la mayor parte de la biodiversidad terrestre del planeta, y son el hábitat del 80% de las especies de anfibios, el 75% de las de aves y el 68% de los mamíferos. Alrededor del 60% de todas las plantas vasculares se encuentra en bosques tropicales. Los manglares en las costas también proporcionan lugares de reproducción y criaderos para numerosas especies de peces y crustáceos, y ayudan a retener los sedimentos que podrían perjudicar el fondo submarino y los arrecifes coralinos. Los bosques proporcionan más de 86 millones de empleos verdes y sustentan los medios de vida de muchas personas más. La resiliencia de los sistemas alimentarios humanos y su capacidad de adaptarse a los cambios futuros dependen de la biodiversidad que los bosques protegen; las especies arbustivas y arbóreas adaptadas a las tierras secas ayudan a combatir la desertificación; las especies de insectos, murciélagos y aves que habitan en los bosques polinizan los cultivos; los árboles con sistemas radiculares extensos que se encuentran en ecosistemas montañosos evitan la erosión del suelo, y las especies de manglares favorecen la resiliencia ante la inundación en zonas costeras. Al acentuarse los riesgos para los sistemas alimentarios por el cambio climático, la función de los bosques de captar y fijar carbono mitigando el cambio climático es cada vez más importante para el sector agrícola. Más de 28.000 especies de plantas están registradas como plantas de uso medicinal y muchas de ellas se encuentran asimismo en ecosistemas forestales.

Según la Organización de Naciones Unidas (FAO, 2020), el área total de bosques en el mundo es de 4 mil millones de hectáreas aproximadamente, que corresponden al 31% de la superficie total de la tierra. Esta área es equivalente a 0,52 hectáreas por persona, pero los bosques no están naturalmente distribuidos de manera uniforme por población o situación geográfica. Las zonas tropicales poseen la mayor proporción de los bosques del mundo, hasta 45%, mientras el resto está localizado en las regiones boreales, templadas y subtropicales. Más de la mitad de los bosques está situada en cinco países: Rusia, Brasil, Canadá, los Estados Unidos de América y China. En el mundo, Brasil contiene la mayor proporción de bosques protegidos del planeta con un 21% del total, y le siguen Indonesia y Venezuela con 7% y 6% respectivamente.

Aproximadamente sólo cerca de un 30% de los bosques del mundo son bosques primarios, que se definen como bosques de especies arbóreas autóctonas, regenerados de forma natural, donde los procesos ecológicos no han sufrido perturbaciones destacables. El área de bosque destinada principalmente para la protección del suelo y el agua muestra una tasa de crecimiento positiva en los últimos 10 años y el ritmo de pérdida neta de bosques disminuyó notablemente durante el período 1990-2020 debido a una reducción de la deforestación en algunos países, además de un aumento de la superficie en otros, a través de la reforestación y/o la expansión natural.  Asia tuvo el mayor aumento neto de superficie forestal en el período 2010-2020, seguida por Oceanía y Europa. Entre 2015 y 2020, se estima que la tasa de deforestación fue de 10 millones de hectáreas al año, cuando en la década de 1990 era de 16 millones de hectáreas al año. La superficie de bosques plantados ha aumentado en 123 millones de hectáreas, aunque la tasa anual de aumento se redujo en la última década. (UNECE, 2021a); (GBU, 2015); (UNECE, 2021b); (ONU-Habitat, 2014); (FAO, 2021).

Estos indicadores representan una disminución en la tasa de merma de áreas de bosques, pero no han dejado de perderse vastas superficies boscosas en el planeta, en cifras absolutas, unos 420 millones de hectáreas, especialmente a causa del cambio de usos de la tierra (FAO y PNUMA, 2020b). África tuvo la mayor tasa anual de pérdida neta de bosques en el período 2010-2020, con 3,9 millones de hectáreas, seguida por América del Sur, con 2,6 millones de hectáreas. En África, la tasa de pérdida neta de bosques ha aumentado en cada uno de los tres decenios desde 1990. Hay pérdida de bosques en América del Sur, aunque la tasa de pérdida ha disminuido aproximadamente a la mitad en el decenio 2010-2020 en comparación con el período 2000-2010. Europa y Asia registraron aumento neto de deforestación en 2010-2020 respecto a 2000-2010 y Oceanía también experimentó pérdidas netas de superficie forestal entre 1990 y 2010. La superficie de bosques regenerados de forma natural ha disminuido desde 1990 y de unas 60.000 especies arbóreas conocidas, unas 17.500 se han clasificado como especies en riesgo de extinción, el doble que las especies animales en riesgo. (BGC, 2021).

En el caso de la Amazonia, selva tropical que ocupa territorios de diversos países de la región suramericana y se extiende sobre casi 8 millones de kilómetros cuadrados, esta viene sufriendo niveles de deforestación inéditos especialmente desde 2020, con casi cinco mil kilómetros cuadrados de selva arrasada ese año, debido sobre todo al aumento de áreas para la ganadería extensiva y el cultivo de soja, pero también a causa de los incendios naturales y provocados en aumento, sobre todo en la porción dentro de los límites del Estado de Brasil, esto a pesar de las declaraciones de alto nivel en favor de la defensa ambiental, y de éxitos anteriores, ya que paradójicamente, entre 2004 y 2012, el país había logrado reducir la deforestación hasta en un 80 por ciento (NATGEO, 2018). En la Amazonía brasileña se estima un aumento de 54% en la deforestación en los últimos diez meses respecto al periodo anterior. NATGEO (2020).  https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2020/06/deforestacion-amazonas-alcanza-niveles-historicos-debido-consumo-carne  Esta situación persiste a pesar de algunos esfuerzos institucionales. Por otra parte, en la Amazonía venezolana, la situación es muy preocupante, ya que la actividad minera descontrolada, propiciada por las instituciones públicas, pero fuera de su alcance regulatorio, está afectando más de 111 mil kilómetros cuadrados con actividades altamente contaminantes y deforestaciones masivas, sin mencionar los efectos nefastos sobre poblaciones locales, tribus indígenas y especies naturales. En Colombia, de 2000 a 2018, entre 600 y 1.400 kilómetros cuadrados de bosques amazónicos fueron intervenidos para el desarrollo agropecuario sólo en territorio colombiano (VALENZUELA, 2021).

En el Sureste Asiático, los grandes bosques sufren también una de las mayores tasas de deforestación del planeta. Indonesia ha perdido la cuarta parte de sus bosques en los últimos 25 años a causa de la quema colocando al país en la pasada década como el tercer país emisor en gases de efecto invernadero del mundo. Los incendios forestales sucedidos en Indonesia en 2015 son considerados una de las mayores catástrofes medioambientales del siglo XXI con grandes pérdidas económicas y sociales. Estas quemas son aparentemente responsables del 4% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, y se producen por la explotación insostenible y la demanda creciente de papel y aceite de palma por parte de empresas mundiales de producción de cosméticos y alimentos procesados, así como la industria de “biocarburantes” para la fabricación de biodiesel a nivel internacional (GP, 2021); (FAO y PNUMA ,2020b).

Además de las actividades humanas, los grandes bosques están sujetos a otras perturbaciones que también pueden afectar negativamente su salud y vitalidad, degradando la estructura y la cubierta forestal, y causando pérdidas irrecuperables de biodiversidad. Los incendios naturales, los fenómenos meteorológicos graves, las plagas, las enfermedades y otras perturbaciones ambientales pueden degradar los bosques, y esto incluso puede afectar negativamente a otros usos de la tierra como los agrícolas, al causar una pérdida de calidad del líquido vital aguas abajo. Los cambios que se están produciendo en la actividad mundial de los incendios en términos de ubicación, intensidad, gravedad y frecuencia probablemente tendrán un costo inmenso en términos de biodiversidad, servicios eco sistémicos, bienestar humano, medios de subsistencia y economías nacionales.

Muchos científicos consideran que las tierras silvestres se enfrentan a condiciones meteorológicas cada vez más difíciles en materia de incendios, a temporadas de incendios prolongadas y a incendios de mayor envergadura influenciados por el cambio climático. Las estimaciones para Europa indican un posible aumento de la superficie quemada por año, para el año 2090, de entre un 120% y un 270% por encima de la media de 2000-2010 (IUFRO, 2018). Las áreas afectadas por fenómenos meteorológicos graves entre 2002 y 2015 están especialmente en América del Norte y Central (entre 2.075.700 y hectáreas 9.081.300), en Europa (entre 230.100 y 784.100 hectáreas), África (entre 1.100 y 22.200 hectáreas), Asia (entre 23.300 y 461.400 hectáreas) y Oceanía (hasta 43.100 hectáreas). Resalta que la fuente FAO (2021) no reporta cifras para América Latina ya que los países no consignaron series contrastables para el período estudiado. Insectos, enfermedades y fenómenos meteorológicos extremos también dañaron cerca de 40 millones de hectáreas de bosques en 2015, particularmente en las zonas templadas y boreales.

La agricultura y ganadería comercial a gran escala, principalmente la cría de ganado vacuno y el cultivo de soja y aceite de palma fueron la causa del 40% de la deforestación de bosques tropicales entre los años 2000 y 2010. La agricultura local de subsistencia fue responsable de otro 33% de deforestación a pesar de que paradójicamente, la agricultura se ve beneficiada por la salud del bosque. Las regiones con poblaciones humanas densas y un uso agrícola intenso, como Europa, América del Norte, algunas partes de Bangladesh, China y la India están menos afectadas en cuanto a su biodiversidad. Pero el norte de África, el sur de Australia, la costa del Brasil, Madagascar y Sudáfrica son zonas donde la pérdida del estado intacto de la biodiversidad es notable, con el agravante de que, en estas regiones, alrededor de 252 millones de las personas que viven en bosques y sabanas, tienen ingresos inferiores a 1,25 dólares norteamericanos al día, es decir, se encuentran en nivel de pobreza extrema y dependiendo de la salud del bosque (FAO y PNUMA, 2020b).  Como consecuencia, existen altos riesgos de que se potencien algunas enfermedades que afectan al ser humano asociadas a especies que subsisten en los bosques intervenidos o degradados, como la malaria, la enfermedad de Chagas, la tripanosomiasis africana (la enfermedad del sueño), la leishmaniasis, la enfermedad de Lyme y las enfermedades causadas por el VIH y el virus del Ébola. La mayoría de las nuevas enfermedades infecciosas, incluido el virus SARS-CoV2 que causó la pandemia actual de COVID-19, son enfermedades zoonóticas y su aparición puede estar relacionada con la pérdida del hábitat natural a causa del cambio de la superficie forestal, con el consumo de especies silvestres, y con la expansión de las poblaciones humanas en zonas forestales, ya que aumenta la exposición de las personas a la flora y fauna silvestres.

Todas estas incidencias requieren oportuna detección, para lo cual el satélite es una forma eficiente de monitorear variables ambientales en detalle. Ello debe ser favorecido con el necesario libre acceso a datos y tecnologías para todos los países. Sin embargo, los instrumentos de teledetección también tienen limitaciones tecnológicas a superar, como la poca capacidad para separar el bosque de otros tipos de vegetación, o para medir la altura de la vegetación, pudiendo generar clasificaciones erróneas. Otras tecnologías disponibles pueden aportar al monitoreo y la vigilancia de la integridad de árboles y bosques, por ejemplo, la tecnología de drones con cámaras y transmisión de video, complementadas con personal especializado en el tema (UNDOCS, 2017).

Parque Los Caobos. Caracas.
En las ciudades, la ausencia de árboles, especialmente en las zonas más pobres de esas ciudades, y la falta de consideración hacia el arbolado y su relación con ecosistemas mayores, pone también en riesgo la salud humana y la supervivencia de especies, y no contribuye con las acciones de combate al cambio climático. Se estima que la siembra estratégica de árboles en la ciudad podría reducir hasta en 8°C la temperatura ambiental, aminorando en un porcentaje significativo, por ejemplo, la necesidad de enfriamiento artificial y contaminante de los ambientes construidos. La vegetación en zonas urbanas densamente pobladas puede reducir el efecto de “isla de calor” producido por la concentración de pavimento y concreto. Asimismo, un árbol puede absorber decenas de kilos de dióxido de carbono CO2 por año, mejorando la calidad del aire y del ambiente. Los árboles también son capaces de remover o almacenar otros contaminantes nocivos como el sulfuro de dióxido, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, cadmio, níquel, y plomo, aunque ello también puede afectarles negativamente, por lo que lo necesario es evitar su emisión. La vegetación reduce la erosión del suelo, favorece el control de aguas superficiales, reduce los deslizamientos de tierra y mitiga los daños por inundaciones.  Puede ayudar a sustituir desagües artificiales, tanques y plantas de tratamiento para la escorrentía de aguas pluviales. Estas últimas son capturadas por la infiltración del suelo alrededor de un árbol hasta en un 80% aproximadamente en zonas boscosas. Un 5% a 20% restante es capturado por la corteza del árbol y las hojas, o se evapora sobre su superficie. No ocurre así en áreas construidas no permeables. Un árbol que crece en unos 30 metros cúbicos de suelo permeable, puede contener la escorrentía de agua de lluvia de una tormenta de 2,5 cm. durante 24 horas, lo que equivale a 223 metros cuadrados de superficie impermeable. La capa de mantillo (hojas muertas) en la superficie del suelo también almacena agua, y protege el suelo de la erosión.

La vegetación de ribera en la ciudad, también es relevante por cuanto proporciona sombra que enfría la temperatura del agua de ríos, riachuelos y quebradas, favoreciendo la proliferación de especies. Al atenuar la velocidad del curso del agua, mitiga asimismo el efecto de inundaciones aguas abajo. El árbol también es útil para la descontaminación de aguas recicladas dirigidas a pozos subterráneos, al absorber muchos componentes como nutrientes para el propio árbol. Los árboles además pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en la ciudad, la cual puede contener materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, además de otros químicos mencionados. Plantados alrededor de estacionamientos, en parques industriales, comerciales y en zonas residenciales de alta densidad, los árboles pueden asimismo aportar elementos atractivos de paisajismo y ser refugio de aves e insectos benéficos, favoreciendo la biodiversidad. 

La arborización de la ciudad también tiene efectos intangibles al mejorar la percepción de salud de sus habitantes, pero asimismo tiene efectos tangibles, especialmente en la disminución de enfermedades como asma, hipertensión, cáncer de piel, tensión nerviosa o estrés, gracias a sus propiedades contra la contaminación, en favor de la relajación mental, y por la sombra que proporcionan. Tienen probados efectos terapéuticos en condiciones psicológicas como desórdenes o déficits de atención, y ayudan a la concentración para el estudio, al proporcionar cobijo y calma en zonas educativas.  Los árboles pueden ser instrumentos de educación ambiental y general para la infancia, para la integración comunitaria, y para estimular el aporte social de la empresa privada en torno a su siembra y cuidado. Se ha comprobado que las zonas arboladas también reducen el crimen y las conductas antisociales en áreas urbanas, especialmente alrededor de zonas residenciales. Asimismo, aumentan la seguridad vial al servir como barreras laterales a las calles, y propician la reducción de la velocidad de los vehículos debido a la percepción de esta que los árboles, como elementos físicos, inducen en los conductores, y debido a que estimulan la calma al conducir. También elevan considerablemente el valor de las propiedades inmobiliarias, en la medida de la cercanía de los inmuebles a bosques, campos, parques y avenidas arboladas. Pueden reducir considerablemente la contaminación sónica, sobre todo los ejemplares ubicados cerca de los puntos de emisión, y a la vez propician sonidos apaciguadores como el canto de aves o el movimiento del follaje con el viento. Además, todo ello tiene impactos positivos en las finanzas de los gobiernos urbanos y nacionales al reducir costos energéticos, aumentar el valor la base tributaria inmobiliaria, mitigar desastres climatológicos y mejorar la salud pública. La Organización Mundial de la Salud adscrita a la Organización de Naciones Unidas, asegura que se necesita, al menos, un árbol por cada tres habitantes urbanos para respirar un mejor aire en las ciudades, y un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde per cápita.  Esto implica la elaboración de planes urbanos y proyectos, en los cuales el árbol sea un elemento fundamental del diseño, del equipamiento y de la infraestructura de la ciudad, y que resulte en una distribución equitativa, equilibrada espacialmente, del acceso de los residentes a las zonas arboladas.

También deben considerarse algunos efectos contraproducentes de un plan de arborización con errores en su implementación, por ejemplo, la siembra excesiva de especies productoras de partículas alergénicas, o de especies exóticas con alta demanda de irrigación, cuyas raíces pudiesen alterar las aguas subterráneas disponibles, o afectar con su presencia a otras especies vegetales y animales autóctonas. La densidad del follaje por concentración espacial de ejemplares en zonas de alta emisión de gases, como calles con alta circulación vehicular contaminante, pueden impedir la dispersión de esos gases siendo también eventualmente contraproducente. Sin embargo, el distanciamiento demasiado extenso entre ejemplares impide la generación de efectos de sombra y disminución de la temperatura, protección de los elementos como el viento entre árboles vecinos, y abrigo de especies animales beneficiosas, por lo que debe encontrarse un adecuado equilibrio entre concentración y distanciamiento. En todos los casos se recomienda que la siembra del árbol sea complementada con arbustos y herbáceas, que permita también enriquecer los pequeños ecosistemas en sus alrededores (FAO, 2020b)

La situación actual del arbolado urbano muestra algunos indicadores promisorios pero insuficientes. Cincuenta y dos países y territorios reportaron la existencia de árboles en espacios urbanos, con una superficie total de 20,3 millones de hectáreas en 2020. Más de dos tercios se encuentran en América del Norte y Central, en algunas áreas menores en Europa con 2,77 millones de hectáreas, y en Asia con 2,40 millones de hectáreas. Pero la disponibilidad de arborización depende en buena medida de la existencia de espacios verdes, y estos, del modelo de ciudad prevaleciente, de la morfología urbana y los patrones de desarrollo urbano, de las estrategias de expansión, densificación, o conurbación urbana, y de los elementos internos estructurantes tales como la trama vial, las normas de construcción y la estructura parcelaria, pudiendo estas admitir o no la arborización. Por ejemplo, ella es prácticamente imposible en la vialidad típicamente moderna y separada del parcelario o a desnivel. Sin embargo, la calle corredor tradicional y las avenidas propias de los modelos ajardinados de ciudad, que bien pueden ser combinados con altas densidades puntuales o ciudad compacta, son excelentes oportunidades para el plantado de árboles urbanos en espacios públicos, además los espacios privados como jardines y áreas de esparcimiento. Los parques públicos recreativos, los bosques urbanos y áreas de protección ambiental como cinturones verdes y parques nacionales adyacentes son también espacios de oportunidad para la arborización.

Tala indiscriminada. Caracas. ,
Crónica Uno. Junio, 2020.

La plantación de árboles urbanos exige ciertas previsiones para salvaguardar la salud de los ejemplares. Por ejemplo, se ha estudiado que su crecimiento inicial en potes de siembra deforma sus raíces aprisionándolas, de modo que aún al trasplantarles a espacios de terreno con menos restricciones, esas deformaciones se mantienen, y limitan el crecimiento del árbol.  Otras limitaciones a la salud del árbol urbano son la concentración de ozono y otros químicos atmosféricos producidos entre otros por la contaminación automotora, la lluvia ácida, y la contaminación de suelos por materias químicas nocivas que deben ser erradicadas como ya se mencionó. Otras amenazas a la vegetación urbana son causadas directamente por el hombre: el vandalismo, la tala de ramas indiscriminada, el barrido de las hojas del árbol que afecta el ciclo biótico de absorción de sus nutrientes en el suelo, la exposición a luz artificial durante las horas nocturnas, que estimula la reproducción precoz y la pérdida de follaje temprano, minimizando sus efectos benéficos. Los árboles urbanos requieren de vigilancia sanitaria constante por el acecho de plagas. La selección de especies y la variedad genética juegan también un papel importante para la supervivencia del árbol urbano, ya que debe propiciarse el respeto a las condiciones y especies locales, así como la variedad genética y especies complementarias entre otros aspectos relacionados. Por otra parte, es también necesario considerar el acceso del árbol un área de tierra suficiente para su buen desarrollo, a nutrientes, a aguas subterráneas y superficiales, así como a drenajes adecuados en el caso de excesos de lluvia. La cobertura la superficie de los terrenos y vías con capas asfálticas y de concreto, impide la absorción del agua de lluvias, la salud del suelo y de la arborización.

Asimismo, se precisa su protección contra impactos y daños físicos, especialmente durante su crecimiento, a partir del uso de mobiliario urbano ad hoc, por ejemplo, rejas circundantes al tronco de ejemplares en crecimiento, y la elaboración de bases de datos de ejemplares existentes y espacios con y sin vegetación.

Es indispensable la existencia de centros de investigación y programas de educación especializados en el área biológica, que trabajen multidisciplinariamente con urbanistas, paisajistas y diseñadores urbanos, y con expertos en contaminación atmosférica, ingenieros sanitarios, y expertos en hidrología, entre otros especialistas, incorporando a comunidades, escuelas, gobierno local, agentes de administración pública y empresas privadas.

Deben tomarse muy en cuenta también estrategias para lograr la equidad espacial en la distribución de la arborización urbana. Los sectores residenciales planificados bajo modelos ajardinados son los que se han benefician mayormente de cierta cobertura, más no sucede así en zonas céntricas y núcleos de negocios, en zonas de residencia de alta densidad sin previsión de espacios verdes, y en barrios informales de menores ingresos de las familias residentes. El caso de las zonas residenciales informales o autoproducidas, donde el espacio abierto es casi inexistente, convierte a estas zonas pobres en las menos beneficiadas de la arborización urbana. La Organización Mundial de la Salud sugiere garantizar el acceso a los residentes urbanos a un espacio verde, localizado a menos de 15 minutos de traslado a pie desde la vivienda, lo que coincide con la visión de una ciudad con mixtura de usos del suelo, polinuclear y compacta que desde hace algunos años se viene promocionando como modelo de ciudad sostenible. Este modelo, de ser aplicado, debe extenderse a toda la ciudad, incluyendo especialmente las zonas más desprotegidas.

Más bosques para el planeta, más árboles para la ciudad. PARTE II.

PARTE II. Grandes y pequeñas estrategias de preservación de bosques y arborización urbana.

Puede hablarse de grandes y pequeñas estrategias para la arborización del planeta. Las primeras pueden proyectarse a nivel de mega regiones planetarias y sistemas de ciudades a escala continental, mientras que otras se refieren más específicamente a la escala urbano – regional y a la escala intraurbana. No por ser de menor escala, las pequeñas estrategias de arborización son menos impactantes, beneficiosas o necesarias. Estas incluyen desde la armonización de espacios construidos y espacios naturales con plantación de árboles y otras especies vegetales, hasta el fortalecimiento de bosques urbanos e incluso del desarrollo de la agricultura urbana al interior del límite de la ciudad, en espacios abiertos residuales (UNDOCS, 2017).

En relación con la escala mundial, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques 2017-2030 (ONU, 2017), proporciona un marco para las contribuciones relacionadas con los bosques, en la aplicación de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, en especial los objetivos 13 de acción por el clima y 15 sobre la vida de ecosistemas terrestres, del Acuerdo de París aprobado en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, del Convenio sobre la Diversidad Biológica, de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía Grave o Desertificación, en particular en África. Asimismo, el objetivo 11 de la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030, sobre ciudades y comunidades sostenibles, enmarcaría las acciones por la arborización y proliferación de espacios verdes.

Los objetivos y las metas forestales mundiales tienen por propósito estimular y proporcionar un marco para las actividades institucionales, las contribuciones voluntarias y la mejora de la cooperación de los países y de los agentes no gubernamentales internacionales, regionales y subregionales. También proporcionan una referencia para aumentar la coherencia y la colaboración relativas a los bosques en el sistema de las Naciones Unidas y entre las organizaciones miembros de la Asociación de Colaboración en materia de Bosques, entre otras organizaciones. Además, el Plan Estratégico de las Naciones Unidas para los Bosques crea un Fondo Fiduciario del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, que desde 2001 financia actividades en apoyo de este Foro y de la Red Mundial para la Facilitación de la Financiación Forestal. Este se constituye con contribuciones voluntarias. La Red incluye la atención a los bosques y árboles urbanos, el ecoturismo y la agrosilvicultura (FAO, 2021).

El sistema internacional también administra la emisión de certificados de gestión forestal, verificada de manera independiente desde 1993, a empresas que se dediquen a la explotación de recursos forestales para la producción de distintos bienes de modo sostenible, y que así lo soliciten. La certificación otorga la autorización de etiquetar los productos, por ejemplo, los forestales, cuando son obtenidos bajo condiciones de trabajo adecuadas y sin daños a los ecosistemas o sin deforestación. La mayor parte de la superficie ya certificada se encuentra en Europa y América del Norte (PEFC, 2021);  (FSC, 2021).

Es importante destacar que el 73% de los bosques del mundo es de propiedad pública, pero el 22% es de propiedad privada, esta última en aumento. La propiedad del resto se clasifica como “desconocida” u “otra” (comprende principalmente bosques donde la propiedad está en disputa o en transición). Esto implica la necesidad de dar gran importancia a la negociación con el sector privado para el manejo de los recursos forestales.

Otra iniciativa específica y de gran trascendencia planetaria de la United Nations Convention to Combat Desertification de la Organización de Naciones Unidas es la siembra del Great Green Wall o "Gran Muro Verde”, una franja de casi 8 mil kilómetros de longitud y una amplitud de 15 kilómetros de vegetación a todo lo ancho del continente norteafricano, en las regiones de Sahara y Sahel, con 156 millones de hectáreas, desde el Océano Atlántico hasta el Mar Rojo (UNCCD, 2016). Tiene por objetivo recuperar espacios naturales degradados en la región, pero su impacto alcanza el nivel planetario, particularmente en relación con el cambio climático, y es un aporte contra las hambrunas, las sequías, los conflictos y las migraciones forzadas, estimulando la permanencia y el empleo en la enorme zona directamente beneficiada. El proyecto no se ve afectado por el avance de la desertificación natural en la región, ya que se ha estudiado que este proceso se ha venido estabilizando naturalmente. Por el contrario la arborización favorece también el contrapeso al fenómeno y permite el aumento de la “agrobiodiversidad” que incluye variedad de animales polinizadores, insectos como las termitas, que ayudan en la infiltración y el aporte de nutrientes del suelo, microorganismos, anfibios y pequeños mamíferos roedores, especies locales de ganado, ovejas y cabras, aves migratorias, e incluso grandes especies amenazadas de extinción, como elefantes africanos, jirafas del oeste de África, el león africano, la pantera, y el antílope del desierto, entre otros (WALL, 2017); (GGW, 2021); (UNCCD, 2021); (UNCCD, 2016).

Respecto a esta iniciativa, en 2020 se reportaron ya logros diferenciados entre países, incorporados al proyecto desde 2008. Etiopía ha logrado plantar 5,5 millardos de plantas, Senegal ha plantado 18 millones de unidades, con 800 hectáreas de tierra restaurada, Nigeria ha alcanzado la plantación de 8 millones de árboles, Sudan presenta 2 mil hectáreas de tierra restauradas, Burkina Faso ha incorporado 16 millones de árboles con efectos positivos sobre unos 5 mil hogares. Mali ha desarrollado 135 mil árboles y plantas, Eritrea y Nigeria 129 millones y 146 millones de árboles plantados respectivamente En el año 2021 se reportaron ayudas financieras al proyecto de parte de países desarrollados y organismo internacionales, que alcanzan hasta de un 30% de lo requerido para lograr las metas establecidas para el año 2030, relativas a restaurar 50 millones de hectáreas de terreno y capturar 250 millones de toneladas de carbón de la atmósfera en el suelo. La “Conferencia de Jefes de Estado y Gobierno de la Agencia Pan-Africana” del citado Great Green Wall, y la Unión Africana, han asumido el compromiso de llevar el liderazgo local del proyecto. 

En el caso de la Amazonía, además del trabajo individual y limitado, no por ello menos importante, de organizaciones particulares ambientalistas, el Tratado de Cooperación Amazónica suscrito por Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela en 1995, como bloque socioambiental de América Latina, parece ser el único esfuerzo colectivo institucional significativo en la región respecto al tratamiento de los recursos naturales y la protección de uno de los bosques más importantes del planeta como es la selva Amazónica. Este es un tratado de cooperación Sur-Sur creado desde julio de 1978, que incluye diversos aspectos multilaterales centrados en el desarrollo sostenible, atendiendo particularmente la preservación del medio ambiente, la protección de poblaciones indígenas, y la utilización racional de los recursos naturales de la Amazonía (OTCA, 2021). Proviene de la creación en 1995 de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), organización que mantiene objetivos de protección ambiental centrados especialmente en el resguardo de los recursos hídricos de la cuenca amazónica, y particularmente del curso del río Amazonas en todo su recorrido, fomentando la investigación, la cooperación institucional y los sistemas de monitoreo. El Pacto de Leticia, es otro acuerdo firmado en 2019 entre los países amazónicos Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Surinam y Guyana, con ausencia de Venezuela, a pesar de haber sido uno de los países suscriptores en la creación del Tratado. Este Pacto ha presentado proyectos de rehabilitación de zonas deforestadas, sistemas de alerta temprana y búsqueda de mecanismos de financiamiento internacional para la educación ambiental de las poblaciones, la protección del Amazonas y de sus habitantes originarios, su fauna y flora, todo como estrategia mancomunada (NATGEO, 2019). 

Los esfuerzos parecen sin embargo atomizados, y no han logrado aún los avances deseados en la protección de vastas zonas amazónicas, particularmente las sujetas a explotación minera descontrolada. De hecho, este pacto fue renovado en la Tercera Cumbre realizada octubre de 2021 por los países firmantes, sin la presencia esta vez de un delegado de Bolivia, y nuevamente con la ausencia de una delegación oficial de Venezuela. En la reunión, se adelantó la constitución de un Fondo de Bioeconomía para la Amazonía, en el marco de la OTCA, Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, cuyos resultados están por verse (ASA, 2021). Para las selvas de Indonesia, el problema exigiría el compromiso del gobierno de ese país para implantar una política de “cero deforestación”, permitiendo a las ONG’s la cartografía de las concesiones forestales del sector del aceite de palma y el sector papelero para su seguimiento, y promoviendo la responsabilidad empresarial en materia de medio ambiente. Según la organización Greenpeace (2021), la Unión Europea también debe además poner en marcha medidas contra la deforestación y la importación de materias primas (soja, carne, aceite de palma, madera o papel) que procedan de la actividad degradante de los bosques, y debe poner fin al financiamiento y consumo de agro carburantes basados en cultivos agrícolas, como el biodiesel. El Reglamento EUTR, que impide la entrada en Europa de productos forestales procedentes de la tala ilegal en Indonesia (GP, (2021).

En la escala urbana continental, e inspirado en el Great Green Wall africano, el proyecto de un “Gran Muro Verde de Ciudades”, presentado ante la Cumbre de Acción Climática de las Organización de Naciones Unidas en 2019, se centra en producir 500 mil hectáreas de nuevos bosques urbanos y 300 mil hectáreas de bosques naturales en cerca de 90 ciudades desde África hasta Asia Central para el año 2030, que recogerían hasta 5 giga toneladas de CO2. La idea se extendería a las grandes metrópolis de Europa, en un corredor mediterráneo que incluiría a ciudades españolas, francesas, italianas y de otros países del área, integrándolas a la protección del ambiente. Podría extenderse a todas las ciudades del planeta, con patrocinio de la Organización de Naciones Unidas (BOERI, 2019); (FAO, 2019).

Estos grandes corredores de árboles se transformarían en ecosistemas estratégicos de las ciudades, e incluirían los subsistemas hidrográficos, los suelos de protección, el suelo vacante urbano, y las áreas de valor paisajístico y recreativo como áreas verdes y parques, dentro de la trama urbana y periurbana (BAXENDALE y Buzai, 2019).

El programa Trees Cities of the World (FAO, 2020b) es también una iniciativa internacional, promovida por la FAO y la Arbor Day Foundation de los Estados Unidos de América, para dar reconocimiento a las ciudades y pueblos, comprometidos en mantener y gestionar de manera sostenible sus bosques y árboles urbanos. El reconocimiento exige el compromiso escrito de una autoridad local o municipal de gobierno, o de alguna organización civil ciudadana para encargarse del cuido de los árboles. Los proyectos participantes deben contar con normas y prácticas adecuadas, así como presentar un plan de acción, un inventario de información sobre los especímenes y un presupuesto anual asignado. Debe además mantenerse un compromiso de celebrar anualmente los logros, reconocer a los colaboradores, y comprometer a la comunidad beneficiada. En Europa, la United Nations Economic Commission for Europe UNECE, asume desde 2019 la gestión y monitoreo de esta iniciativa, con el compromiso de plantar unos 11 millones de árboles y hacer su seguimiento y cuido, en las ciudades que se han unido al programa. También incluye objetivos de ordenación urbanística, como asegurar el acceso peatonal de los habitantes de la ciudad a las áreas arboladas o arborizadas. Como parte del “Urban Forest Plan” de la organización, se aspira a que la cobertura verde urbana alcance un 30% de la superficie de las ciudades (PNT, 2021). En 2020 un total de 59 ciudades han logrado la designación internacional del programa, en 23 países y unas 120 ciudades están comprometidas, 38 de ellas en EEUU, 15 en Canadá, 11 en UK, 10 en España, 10 en México, 7 en Italia, 5 en Australia, 3 en Brasil, y al menos 1 en Uganda, Eslovenia, Rusia, Suecia, Perú, Nueva Zelanda, Países Bajos, Irlanda, India, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile, Bélgica y Argentina. El listado incluye tanto grandes metrópolis como ciudades intermedias (UNECE, 2021c).

Adicionalmente a estos programas internacionales, algunas grandes capitales, ya han venido incluyendo la siembra de millones de árboles urbanos dentro de sus planes de ciudad. La ciudad de Londres, implementó la siembra de 10 mil unidades para la celebración de los Juegos Olímpicos en esa ciudad, en el año 2012. La Big Tree Campaign, también en el Reino Unido, se propuso en 2010 plantar 1 millón de árboles en todo el territorio en esa fecha. Londres muestra 16,13 metros cuadrados de parques por habitante y 11,69 metros cuadrados de bosques. (STATISTA, 2019). La ciudad de New York, ha planificado la plantación de 1 millón de árboles en diez años, para incrementar el bosque urbano en un 20% de la superficie de la ciudad (GBU, 2015). En Paris, la alcaldía ha propuesto la siembra de 170 mil árboles en los bosques adyacentes, a razón de un árbol cada metro cuadrado, bajo el método Miyawaki, es decir sin uso de fertilizantes químicos, con la meta de regenerar ecosistemas degradados en unas pocas décadas (DE MAISONCELLE, 2020).  La capital francesa, con unos 8 millones de habitantes, cuenta con 200 mil árboles en las vías públicas, y 300 mil en los bosques urbanos de Vincennes y Boulogne. Estos se encuentran bajo supervisión fitosanitaria de la Alcaldía de la ciudad, que posee una “tarjeta de identificación” para cada ejemplar, volcada en sistemas geográficos de control (GIS). También autoriza a los particulares a la siembra de especímenes sin límites en jardines privados. Uno de sus objetivos es el rescate de abejas y sus panales.  La ciudad de Chicago anunció un plan para plantar cerca de 4.500 nuevos árboles en 2019. Hyderabaden en la India, ha obtenido en 2020 el reconocimiento del programa Trees in Cities. Bogotá contabiliza un árbol por cada siete habitantes, y Río de Janeiro contiene el mayor parque urbano del planeta con 3.953 hectáreas, el Parque Nacional de Tijuca, que desde 2019, es objeto de un plan de la red REFAUNA y la Universidad Federal (UFRJ) para la repoblación de especies nativas como agutíes o picures, monos aulladores o araguatos, guacamayos, y tortugas, propios de las selvas tropicales (PNT, 2021).

Otras iniciativas importantes tienen que ver con el rescate de cursos de agua dentro del trazado urbano que favorecen la arborización y el rescate de ecosistemas. Cheonggyecheon (청계천) por ejemplo, es un río que recorre 5,8 kilómetros del centro de Seúl, capital de Corea del Sur. Este, estuvo por años gravemente contaminado y propenso a las inundaciones, cubierto con hormigón con una autopista aérea de 16 metros de ancho en los años 50 a 70, pero pasó de esta situación a ser un área rescatada ecológicamente con aguas limpias en pocos años, gracias al programa de gobierno que llevó a cabo la intervención. Desde 2003 es un punto de atracción recreativa y paisajística arborizado, así como de integración socio espacial urbana entre el norte y el sur de la ciudad, propiciando a su vez el desarrollo económico gracias a la recuperación ambiental alcanzada. Finalizado el proyecto, Seúl ha experimentado un crecimiento en la biodiversidad del 639% en el área, una reducción del efecto de isla de calor entre 3,3°C y 5,9°C, una disminución de un 35% en la contaminación, todo esto unido a un incremento en el uso de transporte público en un 15,1% respecto a los buses, y de 3,3% para el sistema metro, generando un aumento del valor inmobiliario local de entre el 30% y el 50%. (LA NETWORK, 2021); (PARK Kil-Dong, 2007)

En los últimos decenios, algunos gobiernos han emprendido también iniciativas para reconocer y proteger a los árboles como elementos patrimoniales, a veces denominados monumentales, históricos o singulares. Son aquellos árboles con un valor único por su edad, su singularidad, su gran tamaño, su belleza o por su valor cultural, histórico, botánico o ecológico (FAO, 2020b). Los individuos más viejos de una especie arbórea representan un importante acervo génico y también son un registro vivo de los cambios climáticos que se han producido en cientos de miles de años. Algunos registros de árboles patrimoniales se confeccionan de forma participativa y son gestionados por ONG’s, como el Trees National Register de los EE.UU., el Tree Register del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte e Irlanda y el Register of Significant Trees de Australia. Algunos árboles patrimoniales están protegidos por la ley nacional, estatal, municipal o de distrito, por ejemplo, en Singapur, la elección de árboles patrimoniales para su protección se lleva a cabo por ley, en el marco del Plan de árboles patrimoniales adoptado en 2001, que forma parte de una iniciativa nacional para conservar árboles, aunque no se encuentren en zonas protegidas, sino en cualquier lugar del medio rural o urbano. En muchas ciudades de los EE.UU., existen ordenanzas sobre árboles patrimoniales que impiden la eliminación de determinados ejemplares. En Italia, en virtud de una ley nacional, se estableció en 2014 una lista de árboles monumentales que comprendía ejemplares individuales y en grupos tanto en el medio agrosilvopastoril como el urbano, “monumentos verdes” debido a su tamaño, su edad, su morfología, su singularidad, la provisión de hábitat para especies animales y su valor histórico, cultural y religioso. Según establece la ley italiana, las regiones, provincias autónomas y municipios son los encargados de la recopilación de información, coordinada por el Ministerio de Políticas Agrícolas, Alimentarias y Forestales del país.

La mortalidad de los árboles urbanos plantados es también un reto a resolver. Se estima que, para mantener 2 millones de árboles en una ciudad, es necesario plantar un millón de árboles cada 10 años, y que su vida es en promedio de 7 a 13 años, lo cual depende de las medidas que se tomen al respecto. (ROMAN, 2014). En el caso de los árboles suburbanos, su existencia puede extenderse hasta 32 años. Entre las medidas que favorecen la salud del arbolado urbano, así como el drenaje y en general los ecosistemas, se incluye evitar y eliminar la mayor cantidad de pavimento posible, para favorecer la absorción de aguas superficiales necesarias a la vegetación, ayudando al control de temperaturas ambiente y minimizando inundaciones.

Una estrategia beneficiosa de arborización urbana debe  privilegiar el plantado de especies de grandes árboles de muy larga vida y bajo mantenimiento, favorecer la cobertura y generación de sombra con árboles en espacios descampados, por ejemplo estacionamientos, evitar la iluminación innecesaria en zonas arboladas y la contaminación atmosférica, favorecer la variedad de especies dentro de las que son locales o endémicas, promover la regeneración del suelo dejando permanecer la capa de hojas, ramas caídas e incluso ejemplares muertos que restauran el humus, evitando la recolección, sobre todo con instrumentos tales como rastrillos que destruyen la capa vegetal superficial en formación. Regular el uso excesivo de zonas arboladas como espacios de recreación.

Otras estrategias asociadas a la arborización incluyen la creación de cuencas de “bioretención”, “jardines de lluvia” y los “bioswale”. Se trata de espacios urbanos en áreas ajardinadas o descampadas, como por ejemplo los estacionamientos de vehículos, ayudando al ahorro en obras de drenaje construida como zanjas de drenajes naturales sostenibles, sembrados con árboles, sobre todo de raíces profundas, plantas y arbustos locales que pueden concentrar y eliminar la contaminación de aguas de escorrentía superficial en la ciudad con materia contaminante como desechos orgánicos, sustancias patógenas y nocivas, en parques industriales, comerciales y residencias de alta densidad (BONELLS, 2020). También son alternativas de vegetación urbana los techos y fachadas verdes de edificios, que ayudan a la absorción de aguas pluviales, sobre todo en caso de tormentas, evitando la saturación de los sistemas de drenajes, y mejoran el refrescamiento de las edificaciones por evapotranspiración, generando ahorros de hasta 80% en climatización (DE MAISONCELLE, 2020).

Las estrategias de arborización de ciudades también pueden incluir la agricultura urbana y periurbana, la cual tiene objetivos centrados en la superación de la pobreza y la inseguridad alimentaria, tal y como lo promueve la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO activamente desde 1999, pero este uso puede asimismo contribuir a la recuperación del medio ambiente en general al regenerar espacios desertificados (FAO, 2014). En América Latina y el Caribe, la agricultura urbana ha venido siendo reconocida en las políticas públicas y en las estrategias de desarrollo urbano, como mecanismo de supervivencia familiar, pero ha sido ejecutado en una escala muy limitada. Pretende mejorar la calidad de vida de los habitantes con huertos familiares y escolares, que incluso generen excedentes para la comercialización de las cosechas. La agricultura urbana y periurbana incluye la producción de cereales, hortalizas y tubérculos, árboles frutales, y hierbas medicinales, pero sufre naturalmente la presión de la urbanización, por lo que debe ser conciliada con las políticas de densificación y expansión de la ciudad (ONU-Habitat, 2014).

Todos los programas requieren de la formación del personal a cargo y fuentes novedosas de financiamiento de las áreas verdes.  Deben preverse programas de capacitación en ciencias biológicas tanto del personal público administrativo como de las comunidades y empresas involucradas en diferentes esquemas de administración de áreas verdes de la ciudad, intercambio entre diferentes instancias e instituciones, sobre todo las de escala local o municipal y constante actualización de conocimientos y concientización de la población. (SORENSEN et al.,1998).

La reconstitución de las ciudades venezolanas: economía urbana, crisis y planificación

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